5.8.10

LOS CHOIQUES RUGBY: “UNA LOCURA QUE FUNCIONA CON TRACCIÓN A SANGRE Y ESFUERZO”

Héctor Lugones, un ex rugbier más conocido por su apodo de “El Indio”, define al proyecto que impulsa con Los Choiques Rugby de Ingeniero Jacobacci –en la provincia de Río Negro- como “una locura que funciona con tracción a sangre y esfuerzo”. Es que desde hace dos años le transmite su pasión a muchos pibes humildes, quienes comenzaron a practicar este deporte en un lugar impensado de la Patagonia. Donde el que corre con la pelota hacia la línea del ingoal para apoyar, a veces no solo enfrenta a los rivales sino también a las fuertes ráfagas de viento en contra. Aunque eso solo sea uno de los tantos rigores que forman parte de sus vidas cotidianas.

(Por Héctor Corti) Los Choique Rugby pertenecen a esa Argentina profunda de la que poco se conoce y de la que menos se ve. En este caso su historia se construye en Ingeniero Jacobacci, localidad rionegrina de la Línea Sur que se encuentra a 210 kilómetros de San Carlos de Bariloche, 370 de General Roca, 700 de Viedma y a 1.439 de la Capital Federal.

“Esta idea surge de las enormes ganas que tenía de formar un equipo o un club de rugby, siendo más ambicioso. Cosa que acá, en Ingeniero Jacobacci, ni siquiera se había pensado alguna vez”, relata Lugones en la comunicación que mantuvo con Neuronas Atentas.

Pero inmediatamente –como lo va a hacer a lo largo del contacto- destaca: “Lo que realmente importa es lo que estos chicos están haciendo con un tremendo esfuerzo, con ansias de superación y una humildad que todos deberíamos imitar”.

Cuando se refiere a los chicos, vale acotar que en el primer entrenamiento que organizó hace dos años fueron apenas seis. Y que en la actualidad cuenta con 20 jugadores en la categoría M14 y unos 30 en la M16.

El entusiasmo de El Indio se percibe cuando remarca que hace poco tiempo “se comenzó a trabajar firmemente con los chicos de 7, 8, 9 y hasta 10 años que son los que asegurarán el futuro de este hermosísimo proyecto. Esta locura que funciona con tracción a sangre y esfuerzo. Y que lenta pero indefectiblemente va sumando adeptos, hasta que logremos por fin conformar el primer club de rugby de la historia de Jacobacci, lo cual no es poca cosa”.

Y claro que no es poca cosa. Es nada menos que el sueño de un hombre de 51 años nacido en la localidad bonaerense de Miramar que quiere devolverle al rugby “lo mucho que me dio. Y si en ese camino puedo hacer que todos seamos un poquito mejores cada día, tanto mejor aún”.

“El rugby apareció en mi vida cuando tenía 8 años. Un amigo me llevó a ver una práctica, me invitaron a participar y ya nunca más paré hasta los 35 años en que dejé de jugar, pero no de vincularme con la actividad”, recuerda.

“Estudiaba en el Instituto San Andrés y allí comenzó la historia. Luego tuve un fugaz paso por el rugby de la URBA -cuando todavía no se llamaba así- y por el marplatense también. Hasta que por motivos laborales de mi padre nos vinimos a vivir al sur, a la ciudad de Trelew, en donde tuve el honor de jugar en Patoruzú Rugby Club por muchos años y de ser entrenador de las inferiores”, añade.

Pero Lugones vuelve a este proyecto que no lo puede frenar ni la geografía más inhóspita, ni las inclemencias climáticas más crueles como los inviernos de frío intenso y nieve, y los veranos de calor sofocante.

La tarea emprendida por Lugones tiene un fundamento con base en la importancia del deporte social: “Desde el punto de vista estrictamente numérico, tal vez las cifras no digan mucho. Pero considero de un valor inestimable el hecho concreto de poder sacar de la calle y del peligro de las adicciones aunque sea un solo pibe. Que luego encuentre su lugar en este maravilloso deporte. Y que, definitivamente, incorpore sus valores, que en realidad es mucho más que eso. Es un fin en sí mismo, una manera de sentir”.

Aunque no puede dejar de demostrar el orgullo que le significa ser el impulsor de Los Choiques Rugby, vuelve a hacer hincapié en que “el verdadero esfuerzo lo hacen día a día todos estos pibes que le ponen una garra y un corazón pocas veces visto. Las inclemencias del tiempo -en un clima típico de la meseta, del desierto- hacen dificultoso la práctica. Pero todos los chicos están acostumbrados al rigor, ya que sus vidas diarias son por demás duras”.

“Algunos no viven en el radio urbano por lo que no tienen acceso a servicios básicos para el confort y una mejor calidad de vida. Por ejemplo, deben ir lejos, al campo, para traer la leña con las que funcionan las estufas y las cocinas”, explica El Indio.

Y sigue describiendo esta compleja realidad social al recordar que solo una pequeña parte de sus jugadores están medianamente bien en lo económico, ya que la mayoría forman parte de familias carenciadas, donde los padres están desempleados o viven de changas.

“Varios de ellos se encuentran casi al borde del riesgo social y lo peor es que no hay ninguna solución a la vista. La ausencia del Estado, tanto municipal como provincial en estas cuestiones sociales agrava el panorama. Y como siempre, solo parecen acordarse de todos en tiempos de elecciones”, enfatiza.

Defensor del rugby como deporte y filosofía de vida, El Indio analiza la forma que los puede influenciar en sus vidas esta práctica deportiva.

“La incidencia del rugby en la vida de estos chicos es mucha y notoria. Muchos, la mayoría, están viajando y conociendo lugares, gente. Viviendo experiencias que nunca antes habían siquiera imaginado. Influyó sobre los hábitos de varios de ellos, llevándolos a un cambio de actitud que los enaltece como personas. Les aumentó y mejoró la autoestima. Y lo que creo fundamental, encontraron un lugar. Se sienten valorados y que todos estamos en un mismo plano. Y sin verso, de verdad”, dice.

Cada día El Indio Lugones junto a sus pibes alimenta un poco más ese sueño que fue creciendo al punto que dejó de serlo para tomar forma de realidad.

Sostiene que a pesar “de los caminos de ripio sin mantenimiento, de la lejanía a los grandes centros urbanos, sin hospital con una mínima complejidad y a veces hasta sin anestesista, de todos modos vivimos. Y estamos, creo que bien. Y vaya uno a saber, si como dice una canción de los Ramones, ‘la ignorancia a veces es una bendición’. Aquí estamos, como lo que somos, verdaderos ‘choiques’ que nacen y viven libres en la meseta patagónica”.

Y también como lo que es, un verdadero maestro en el deporte y en la vida que deja para “el estribo” su última enseñanza.

“Por si no lo sabés -como le puede pasar a la mayoría de las personas- choique es el nombre indígena, la voz tehuelche con que se llama a nuestro ñandú”, ilustra Héctor –El Indio– Lugones.